Antón Chéjov

Fragmento de 

Antón Chéjov. Entre la pluma y el escalpelo (1999)

I.  SU VIDA

Antón Chéjov fue un escritor ruso de  importancia preponderante en el mundo literario por haber sido el iniciador del cuento moderno y maestro en la narración breve.

Vivió en una época gobernada por el Zar Alejandro III, el cual mantenía un privilegio para con la aristocracia, ocasionando  gran división de clases,  una restricción en la educación y una oposición a la opinión pública. Esto generó una atmósfera social asfixiante en Rusia, y la literatura, incluyendo la de Chéjov,  no pudo más que ser influenciada por la oscuridad de su época. 

Antón Chéjov nació en la provincia de Taganrog, Rusia, el 17 de enero de 1860. Provenía de familia de esclavos. Su abuelo tuvo que comprar con el dinero ahorrado su libertad y la de sus tres hijos. Uno de ellos, Pavel, estableció más tarde una tienda de alimentos en uno de los barrios más pobres de Taganrog, provincia ubicada en la costa del mar de Azov. Se casó y tuvo cinco hijos, uno de ellos fue Antón. Fue un hombre analfabeto y agresivo, lo que ocasionó que la educación dada a sus hijos fuera brutal. Más tarde Chéjov escribiría que su infancia estuvo rodeada de amargos recuerdos, pues antes de sus cinco años su padre lo golpeaba por cualquier motivo y más tarde en su tiempo libre lo obligó a recibir a los clientes en la tienda y a dedicarse a quehaceres religiosos, prohibiéndole cualquier tipo de diversión. A pesar  de tan sombría infancia, Chéjov pudo guardar para él la ironía y el humor que más tarde se verían en sus narraciones. Supo sacarles ventaja  a muchas personas pintorescas que conoció en aquella época, utilizándolas en algunos de sus cuentos. 

A los diecisiete años tuvo que hacerse cargo de la tienda para que su padre partiera hacia Moscú en donde estaban sus hijos mayores debido a que había contraído deudas insalvables. Después de tres años terminó sus estudios en Taganrog y recibió una beca que destinó para ir a Moscú. Allí se reunió con su familia, feliz de estar de nuevo juntos, y decidió sin titubeos estudiar medicina.

La voluntad de Antón fue predominando poco a poco entre su familia; cada asunto era puesto a consideración suya, y no se tomaba más que su decisión. Llegó una época de grandes dificultades económicas, en la que alguien tenía  que sostener a la familia. Chéjov, sabiendo de su habilidad para contar cuentos y mantener la atención de quienes le escuchaban, decidió intentar escribirlos para ganar algo de dinero. Fue así como empezó su vida literaria. 

Debido a su carácter, a su estudio y al nuevo trabajo literario, Chéjov se mantuvo alejado de los acontecimientos políticos de la época, como el asesinato del Zar Alejandro II en 1881 o de las reuniones universitarias en donde se discutía sobre las actividades políticas en Rusia. Ni siquiera más tarde cuando fue un escritor reconocido y fue presionado por los grupos liberales tomó algún tipo de partido. Se alejó también de la filosofía y la poesía, seduciéndolo más lo que podía ser explicado con claridad  como las ciencias exactas y las disciplinas basadas en la observación y la experiencia como la medicina, influyendo esto en su naciente forma de escribir.  

Con el paso del tiempo advirtió la facilidad que tenía para escribir y que su literatura gustaba a los editores y lectores. Sus narraciones comenzaron a publicarse más a menudo: en 1880, nueve cuentos; en 1881, trece y en 1885 llegaría a ciento veintinueve cuentos. Para esta época se firmaba con el seudónimo de  Antocha  Chejonte. No se ilusionó con su facilidad narrativa, pensaba que su literatura no tenía valor y llamaba a sus obras “excrementos literarios”. Veía en ellos un medio para poder ganar dinero y así alimentar a su familia. Un día de 1887 llegó una carta a sus manos de Dmitri Grigorovich,   conocido escritor ruso, en la que alababa sus narraciones y le afirmaba que poseía un gran talento.  Le escribió además que si desperdiciaba  aquel don tendría una grave responsabilidad moral con su país. Chéjov quedó profundamente conmovido con aquella carta, influyendo de forma definitiva en él. Además Grigorovich le serviría de contacto con Alexis Suvorin, director del principal periódico de Moscú: el “Novoïe Vremia” para el que comenzaría a escribir. Ese mismo año se hizo famoso y poco a poco su vida fue mejorando en el aspecto económico. 

Desde 1884 se había graduado como médico, pero con sus cuentos ganaba  más dinero. A pesar de ello nunca le alcanzó para vivir con holgura. Las condiciones fueron cambiando y para 1894 realizó el sueño de su vida, el cual fue comprar una casa campestre  cerca de Melijovo y llevar a su familia a vivir  allí. Fue una de las épocas de mayor felicidad para Chéjov. Sentía la dicha de un niño al poder estar en su propia casa y poderle dar aquella seguridad a su familia. Allí tuvo un encuentro imperecedero con la naturaleza; amaba las flores y el bosque y dedicaba horas de su tiempo libre a los jardines y a plantar árboles. Lentamente aquella intimidad con la naturaleza se le fue haciendo vital, influyendo profundamente en sus obras. En esa casa campestre escribió “La sala número seis”, “Los mujikis”, “La gaviota”  y otros cuentos. 

Su vida social y afectiva fue agitada. Tuvo innumerables enredos amorosos pero ninguno de importancia. Repartió sus deseos entre su amor por los palcos y las fiestas y por la de querer estar solo para escribir.

A pesar de haber tenido  muchas personas a su alrededor que quisieron acercarse, muy pocos fueron sus amigos reales. Perece que no abría las puertas de su intimidad  ante nadie. Era amable con todos pero indiferente si alguien quería acercarse un poco más. Sin embargo Alexis Suvorin fue la excepción, llegando a ser su gran amigo y confidente a lo largo de su vida. Su experiencia en la vida, su gusto literario y sus juicios concretos lo atrajeron desde el principio. Ambos experimentaban un profundo desdén hacia los hombres, virulento y cínico en Suvorin, tierno y desengañado en Chéjov. Con su amigo viajó varias veces al extranjero con el ánimo de liberarse un poco de la opresión que  en ocasiones le causaba tener que escribir sin parar. Pero, a pesar de sus viajes, parece que  Europa no le trajo ninguna experiencia importante para su vida. 

Antón Chéjov fue un hombre alto, ligeramente encorvado, de cabello castaño claro. Sus ojos pardos tenían una mirada concentrada y serena, encubiertos por unos lentes con montura de oro. Nunca alzó la voz y vestía correctamente aunque un poco por fuera de la moda. En su sonrisa suave y triste se transparentaba una hermosa modestia y una sensible delicadeza. Siempre estuvo presente en él un escepticismo por la felicidad, creía que lo más importante para el hombre era el trabajo. Otro rasgo acentuado de su temperamento fue el odio a todo tipo de autoridad, influido quizá por la imagen paterna y utilizado con maestría y cinismo en muchos de sus cuentos.

Chéjov nunca pudo expresar físicamente sus sentimientos, ni siquiera con su familia  a  la  cual  amaba profundamente. Fue un  amor lejano, como todo lo suyo.

“No amaba a los hombres espontáneamente y solo veía en ellos una categoría estética. Solo apreciaba o admiraba a seres notables como Tolstoi, Suvorin , Gorki, o aquel campesino de corazón puro e ingenuo” Chéjov se percató de esta carencia y sobre ella escribió en uno de sus últimos cuentos: “El obispo”,  en donde narra la vida estéril de un obispo encerrado en su propia soledad e incapaz de expresar afecto al ser que más amaba, su madre. También descubrió, no con menos dolor, que esta   carencia de pasión a veces se translucía en sus textos, quejándose por ello ante su amigo Suvorin y comparando su estilo con los de Tolstoi y Dostoievski, donde el elemento pasional predominaba en sus obras.

Para 1898 llegó a su vida una joven actriz que le inspiró un afecto verdadero y profundo, cambiando un poco aquella frialdad chejoviana en donde había permanecido inmerso, la cual afectó todos los aspectos de su vida. Olga Knipper  le hizo cambiar también la imagen que tenía de las mujeres a quienes consideraba mezquinas, vanidosas, retrasadas mentales y un sin fin de epítetos más, en las que solo admiraba su belleza. Esta mujer  emprendedora y llena de una fuerza interior que deslumbró a Chéjov, vivía en Moscú, sumergida en el mundo del teatro artístico. Dotada de talento e inteligencia, tuvo una carrera de éxito tras éxito. Interpretó por casi medio siglo las mujeres de las obras chejovianas, dándoles su expresión y corte personal. La consecuencia final de aquel deslumbramiento en Chéjov fue el matrimonio, el cual se llevó a cabo el 25 de mayo 1901, tres años antes de su muerte.  

Su faceta médica fue algo que involucró casi toda su vida. Con grandes dificultades económicas pudo terminar su carrera en 1884. Luego de la graduación hizo tres meses de práctica en el hospital y al parecer sus tratamientos a los enfermos fueron rápidos y superficiales, pero su sencillez  y  gran sentido común hicieron de él un médico al que nunca le faltaron pacientes.Para esta época no tenía arraigada aún su vocación literaria. Escribía por dinero  y decía que ninguno de sus cuentos le había tomado más de un día para hacerlo. A pesar de la ligereza de éstos, cuando fue a Petersburgo, se sorprendió al advertir que los intelectuales lo tomaban en serio y era muy conocida su obra. Se asombró al descubrir que lo consideraban uno de los más dotados escritores de su tiempo. Esto lo impresionó puesto que nunca había pensado en llegar a ser un escritor profesional. Alguna vez dijo:  “ La medicina es mi esposa legal y la literatura mi amante”. Pero esto no fue suficiente para cambiar de opinión y cuando regresó a Moscú fue con la intención de ganarse la vida como médico; y así lo hizo, pero a medias, pues con ella nunca tuvo ganancias lucrativas, debido a que la mayoría de sus pacientes fueron pobres y por ello nunca les cobró.

Tolstoi decía que la medicina le estorbaba a Chéjov y que hubiera sido mejor escritor sin su carga. Pero el cuentista no pensaba lo mismo y alguna vez escribió: “ Si yo no tuviese mis ocupaciones médicas, difícilmente  podría consagrar mi libertad de espíritu y mis pensamientos perdidos a la literatura. No pongo en duda que mis estudios de medicina hayan tenido una importante influencia en mi actividad literaria. Ellos han extendido considerablemente el campo de mis observaciones y me han enriquecido de conocimientos cuyo valor solo lo entendería otro escritor que fuera médico. Siempre me he esforzado por tener en consideración los datos científicos, cuando esto no es posible, he preferido no escribir en absoluto”(3) 

El trabajo para Chéjov fue la máxima virtud del ser humano, esta idea se vio  repetidas veces en sus cuentos. Escribió que tener dos oficios en vez de uno lo hacía sentir más contento y ágil de sí mismo y lo alejaba de la pereza, que la odiaba con pasión.

La transformación que sufrió  en cuanto a su preferencia por el arte y la ciencia varió a lo largo de su vida. Cuando no había tomado conciencia de su vocación literaria fue más importante la medicina, pero poco a poco se fue equilibrando la balanza para más tarde inclinarse hacia el aspecto literario. En 1891 seguía todavía con atención las novedades médicas, asistía a las conferencias de corte científico y atendía con esmero  a sus pacientes. Para   1893 hubo un cambio notable y Chéjov escribió a Suvorin para confesarle que ya no le gustaba ser médico, puesto que no encontraba poesía en aquella ciencia. Su frialdad comenzó a traslucirse en su relación con los pacientes, malestar que se acrecentó hasta llegar al desprecio(3). Esta falta de pasión lo atormentó  hasta el punto de querer reivindicarse escribiendo un reportaje médico, sociológico, y geográfico  sobre los reclusos de la Isla de Sajalín, denunciando las condiciones infrahumanas en que vivían. Tenía pensado ganarse un premio con esta obra, pero en su lugar obtuvo que se mejoraran las condiciones de vida a los presos.    

La enfermedad que lo llevó hasta la muerte comenzó desde muy temprano. A sus veinticuatro años empezó a escupir sangre. En esto advirtió algo alarmante porque en su familia había tuberculosis, pero no quiso ser examinado por ningún médico por temor de ver confirmadas sus más íntimas sospechas.  Su enfermedad progresó lentamente y fue minando de forma casi imperceptible sus energías. Pero siguió engañándose y  prefirió pensar que la causa de sus esputos de sangre, cada vez más frecuentes, eran vasos sanguíneos de la garganta que se reventaban. Esta versión de su enfermedad permaneció hasta 1897, cuando presentó una severa hemoptisis    (vómito de sangre proveniente de los pulmones). Los médicos le dijeron que tenía afectada la parte superior de los pulmones por la tuberculosis y para no morir  antes y en peores condiciones tendría que cambiar su estilo de vida. Esto lo obligó a renunciar a su vida normal y a comenzar una herrancia de sanatorios. Ese mismo año dejó, muy a pesar suyo, el ejercicio médico debido a que empeoró su estado de salud. Fue por un tiempo a Melijovo, lugar más cálido, pero no logró mejorar, teniendo que partir para la costa sur de Crimea, en Yalta. Allí construyó una casa en donde se desarrolló el último episodio de su vida. Fue en esta época, cuando se casó con Olga, pero su enfermedad no permitió que disfrutara de su compañía, pues ella tenía que permanecer en Moscú por su trabajo y él en Yalta por su enfermedad. Fueron años de gran soledad para Chéjov ya que Olga sólo iba  cuando podía a visitarlo; él nunca le pidió más tiempo, fue consciente de su juventud y su arduo trabajo; él en cambio estaba al final de su carrera.

En los últimos meses de vida, los médicos le recomendaron que fuera a los baños alemanes para tuberculosos en  Badenwiller. Allí sintió una momentánea mejoría que lo animó por unos días, pero luego volvió a su estado habitual. La noche del dos  julio de 1904, en la cual Chéjov estuvo de  buenos ánimos junto a su esposa, que había ido a visitarlo, sintió empeorar repentinamente  sus síntomas y agravarse su enfermedad. Se llamó al médico, pero nada pudo hacer. Murió aquella noche a los cuarenta y cuatro años de edad. 

El día de su entierro, Máximo Gorki escribió a su esposa una carta desgarradora por el triste final de uno de los hombres más grandes de Rusia.  Se quejaba porque una indiferencia abrumadora y una vulgaridad  llevada a risas fue lo que acompañó a Chéjov hasta su tumba. No comprendía por qué el pueblo ruso le había pagado de esa manera a un hombre que había trabajado y enseñado toda su vida para ellos.

CONTENIDO DEL LIBRO

1. INFLUENCIA

2. ESTILO

3. MUY PERSONAL