El oficio de escribir

Por Olga Elena Martínez Gómez

Cuando era una niña nació mi deseo de escribir. Comencé con poemas a mi madre y a mi mascota Papillón, quien era una astuta gallina que vivía en el solar de mi casa, donde a diario planeaba algo diferente para escapar de su corral. En ese entonces, no pensaba en la ortografía, la gramática ni en el manejo de un párrafo perfecto; las palabras salían raudas, incitadas por un deseo interior de plasmar mis sentimientos en el papel. Y cuando me percaté del disfrute de aquel acto creativo, deseé con ahínco que nunca perdiera esa fuerza que habitaba en mí, pues me llevaba a desprenderme de mi universo real para adentrarme en otro construido con mis propias palabras, imágenes y sensaciones.

El oficio real de un escritor, en mi opinión, debe partir de ese fuego interior, pero debe complementarse con el conocimiento que dan las lecturas, la disciplina de la escritura diaria, el coraje para soportar las embestidas de la crítica y la paciencia para aceptar que el aprendizaje es lento, pues es un oficio de largo aliento, que requiere muchos años de trabajo para lograr una buena obra. Por esas razones no creo en los escritores de fines de semana, porque, así como un pianista debe practicar diariamente para tocar una pieza con maestría y un escultor, pulir la obra hasta convertirla en arte, el escritor también debe entregarse a su labor para depurar su trabajo narrativo.

Tampoco puede existir el apremio de terminar un libro con el fin de ser famoso o ganar dinero como muchos lo pretenden en esta época consumista y liviana. Se debe escribir con honestidad y un profundo deseo de dejar plasmado en el papel nuestra esencia. Este es un largo camino, donde embellecer una frase o un párrafo, es la cotidianidad y solo amando este arte es como se logra hacerlo bien. Gustavo Flaubert escribió en su Diario a Madame Colet, que a veces tardaba una semana en la construcción de unas líneas de su novela Madame Bovary, porque su finalidad era la perfección en su arte.

En este oficio, la lectura es casi tan importante como escribir, porque son los grandes escritores quienes más nos enseñan. Con un análisis concienzudo del texto, se podrán reconocer los entramados realizados para lograr una buena descripción, una atmósfera adecuada o unos diálogos perfectos. Al principio será inevitable tener influencias de los autores que más nos motivan, pero con el tiempo ese influjo será menor y se impondrá en la escritura nuestro aliento interior en conjunción con algunos jirones entrelazados de los estilos narrativos que más nos marcaron dentro del mar de la literatura.

Para escribir una historia, cuento o novela, se debe partir de algo, la mayoría lo hacen de una idea, una anécdota o una experiencia. Lo ideal es comenzar por el principio, pero a veces, muchos lo hacen en el punto donde más se sienten asediados. En este momento, debemos dejar que salga lo que está en nuestra alma y plasmar ese torrente de palabras que llegan, así sea prosaico. Después sigue la corrección de lo que salió de forma visceral, que es igual de importante. En esta fase hay que pulir las aristas y los contornos de esa maqueta literaria para lograr que la idea quede como la pensamos, con las frases y párrafos adecuados. En este proceso, el escritor ya sabe la mayoría de las veces, qué sucederá al final de un capítulo o de un cuento, pero a veces puede cambiar de norte porque hay más inmersión en la historia y esas nuevas ideas por lo general enriquecen la obra. Y si en alguno de estos momentos aparece la inspiración, que en mi parecer existe, será similar a ver estrellas fugaces en el cielo, que ayudarán para que el texto se ilumine con un esplendor singular. Pero también hay que agregar que nunca llegará si nos quedamos esperándola frente al papel en blanco o estamos haciendo otra actividad.

Durante este tiempo de escritura es fundamental tener un cuaderno de notas que sirva para apuntar conversaciones oídas por casualidad, frases e imágenes que nos llegan, o ideas que enriquecerán el texto. Nos ayudará a ser buenos pescadores, para que cuando llegue el pez, podamos aprehenderlo y no dejarlo ir entre la corriente del devenir diario.

Luego de terminar la historia, es muy importante que un buen lector de confianza lea lo que escribimos. Debemos estar preparados para la crítica, pues sucede con frecuencia que para uno la historia esta redonda y bien escrita, pero para el lector escogido aún falta por corregir. Esto no debe desalentarnos, porque esta retroalimentación nos hará mejores, así sea doloroso. Después, si es posible, el siguiente lector deberá ser un escritor confiable. Esta prueba será aún más difícil pues será más exigente con el texto y debemos tener la humildad para aceptar nuestras fallas, corregirlas y no caer en una frustración que a veces aplasta el entusiasmo de continuar adelante.

Y por último, antes de una posible publicación, necesitaremos de un corrector de estilo, quien se encargará de mostrarnos los defectos gramaticales y de construcción.

Por toda esta ardua tarea, estoy convencida de que hay oficios menos exigentes que escribir, así que si este deseo no se siente en las vísceras, si no existe un motor en nuestro interior que nos haga levantarnos cada día para enfrentarnos con las palabras y tener un encuentro decisivo con nuestro destino en el mar de la creación literaria, es mejor escoger otro oficio, pues como dicen los maestros, la escritura es la más misteriosa y complicada actividad de los seres humanos, incluso más que el amor.